divendres, 25 de juny del 2010

SITGES LA BLANCA (i III)

Acabament ...

Pero el Cau ferrat no es solamente un museo, no es solamente un palacio, no es solamente un alcázar.. Es algo más que todo esto: ha tomado los vuelos de un instituto y las proporciones de un templo. Los entusiastas de Rusiñol, los impresionistas, los modernistas, los decadentistas, los que en Cataluña obedecen á esa especie de movimiento febril que se ha apoderado de cierta juventud, sin atender á que todo consiste en dar forma nueva á una idea antigua, consideran el Cau ferrat como el santuario del modernismo, y á el acuden en procesión y romería. De vez en cuando se ilumina el templo, y se celebra en él.
A la vista tengo el elegante y bien impreso volumen que colecciona los trabajos leídos en la Fiesta modernista del Cau ferrat (tercer año), certamen literario que se efectuó el 4 de Noviembre de 1894.



Leyéronse obras de Guillermo A. Tell (una poesia titulada Vida), de J. María Jordá (El pueblo muerto, en prosa), de José Aladern (El canto del minero), de Ramón Casellas Dou (La Damisela santa, en prosa), de Manuel Rocamora (El miedo, en verso), de José Puig y Cadafalch (El puente viejo y el puente nuevo, prosa), de Juan Richepín (Mediterráneas, verso) de José Pin y Soler (La matanza del cerdo, prosa), de Pompeyo Gener (Macabra vital, verso), de Narciso Oller (Un jugador, prosa), de Juan Maragall (Estrofas decadentistas, verso), de Dionisio Puig (Un átomo, prosa), de Federico Rahola (Amores macabros, verso), de José Ixart (La cámara blanca, prosa) y de M. Font y Torné (Cronología parada, prosa).
Excepto las Mediterráneas de Richepín, que están en verso francés, todos los demás trabajos se hallan escritos en catalán y publicados con esa trastornadora ortografía nueva de los modernistas catalanes que tanto daño hace al gallardo y

rico lenguaje catalán, llamado por Cervantes dulce lengua y por Víctor Hugo vivo y luminoso idioma.
Después de la lectura de estos trabajos, todos notables y algunos de ellos superiores en sentimientos, originalidad, color y vida, hubo de subir al púlpito Santiago Rusiñol, el maestro y el Papa, y, celebrando su gran pontifical, que no era para menos el acto, expuso y definió el dogma en un brillante discurso catalán; porque el saber que Rusiñol, así cautiva con el pincel como atrae con la pluma, siendo tan diestro, tan pensador y tan profundo en artes como lo es en letras.
Su discurso, que es muy bello, y dejará rastro, aparece sembrado de ideas originales, es de tonos vigorosos y cálidos, despide luz y tiene nervio, y, después de extenderse sobre el arte y sus ideales, desciende al Cau ferrat, y al asentar lo que es este instituto, define el dogma por medio de los siguientes párrafos, que traduzco al pie de la letra, pues que Rusiñol hizo esta vez su discurso en hermoso catalán, aun cuando sabe hacerlos también en castizo castellano.
Dicen así:
“Sólo hemos de pedir una gracia, amigos míos: que sea siempre nuestro Cau, un cau (es decir un cado, un nido) de ilusiones y de esperanzas, que sea refugio para los que sentimos frío en el corazón, sentadero para descanso del espíritu que llega enfermo del camino enlodado de esta tierra, ermita junto al mar, hospital de los heridos de indiferencia y posada de peregrinos de la Santa Poesía que aquí vengan á ver espacios, á respirar nubes y mares, y tormentas, y serenidades, á curarse de la enfermedad del ruido, á llenar sus pulmones de paz, para tornar luego con más aliento y volar hacia las selvas y malezas de la vida á continuar la Santa Lucha.
“Esto queremos; y queremos, al propio tiempo, que todos vosotros, los que sentís tictactear el corazón y lleváis ideas en el cerebro, dejéis de soñar bajo y alcéis vuestra voz, hasta ahora monologada ó ahogada por el mugir de las muchedumbres, y digáis á vuestro pueblo en voz muy alta que el reino del egoísmo ha terminado; que no se vive sólo de alimentar el pobre cuerpo; que la religión del arte hace falta á pobres y ricos; que el pueblo que no estima á sus poetas tiene que vivir sin cantos y sin colores, ciego de alma y de vista; que quien pasa por la tierra sin adorar la belleza, no es digno ni tiene derecho á recibir la luz del sol, á sentir los besos de la primavera, á gozar de los insomnios del amor, á manchar con baba de bestia innoble las hermosuras esplendentes de la gran Naturaleza.”

Así, así, textualmente. ¡Qué nos separa, pues á los idealistas de los modernistas! Si así se define el dogma nuevo, si es esto el impresionismo, si esto es el modernismo, entonces todo marcha por el buen camino, todos podemos entendernos, todos somos unos… et ego in Arcadia.
Entonces esto quiere decir, ó yo no sé leer, que en las esferas del arte y de la luz caben todos; que urge marchar en santa cruzada hacia las esferas donde reina el ideal, el ideal de la Belleza y de la Fe; que la inspiración debe ser el acicate de esta juventud que se agrupa al pie del estandarte comunero de los modernistas, el arte su luz, el genio su aliento, la fe su sostén y el ideal su esperanza y su fin.
Entonces esto quiere decir que hay que marchar á paso de ataque, en talle de conquista y con lumbre de fe hacia el palacio encantado de la Belleza, donde ésta gime cautiva y á quien los nuevos caballeros andantes del modernismo deben desencantar y poner á salvo, librándola de los follones y malandrines que la manchan con baba de bestia innoble.
Entonces esto quiere decir, por último, que hay que apiñarse en haz macedónica y en batallón sagrado para pasar por encima de la multitud ignara en demanda y busca del arquetipo; que no tiene derecho á bañarse en luz del sol quien pase por la tierra sin adorar la belleza; que es hora ya de que termine el reinado del egoísmo; que el individualismo, en el sentido que hoy le vemos extenderse y progresar, es un mal peligroso, propio solamente para ciegos de alma y de vista; y que hemos de volver, finalmente, á aquellos tiempos en que el arte no era personal ni utilitario, en el artista, con nombre ó sin él, desdeñando los trompeteos del vulgo y desconociendo los bombos del reclamo, sólo se cuidaba de perfeccionar su obra y de esmerarse en ella, ajeno á toda codicia de lucro, trabajando todos en el gran alcázar, sin más deseo que el de contribuir á elevar al cielo la aspiración unánime del siglo.
Si esto es, pues, el modernismo, si esto es el impresionismo, entonces yo, romántico é idealista de toda mi vida; yo, que voté contra la palabra modernismo con Castelar, con Pidal y con Madrazo, entonces, anche io, también yo, también yo soy cristiano: echadme á las fieras.

Casa Santa Teresa, en Villanueva y Geltrú, Agosto de 1895.

SITGES LA BLANCA (II)




Esta es la población escogida por Santiago Rusiñol para establecer su Cau ferrat. ¡El Cau ferrat! Hay que hablar, hay que hablar de esta humorada, que ha tomado todos los aires y todos los vuelos de una institución. El Cau ferrat es un capricho que ha venido á erigirse hoy en templo suntuoso del modernismo.
Santiago Rusiñol, el pintor impresionista, reputado por su talento excepcional, por sus cuadros de mérito superior, y algo también por sus rasgos de originalidad y de caràcter, el artista noble, generoso y simpático, que ha sabido hacerse querer y admirar de todos, poseía una riquísima colección de hierros. Los fué recogiendo en sus viajes, y llegó á formar con ellos un Museo, pero un Museo de precio y de estima. Convertido Rusiñol en coleccionista de hierros, tiene hoy en este género un verdadero tesoro. En una de sus excursiones por Cataluña, se prendó de Sitges, y decidió hacerla depositaria de su artística ferramienta, recogida y alcanzada con la selección del inteligente, el celo del arqueólogo, la avaricia del anticuario y el ojo del artista.
Sitges es un pueblo alegre, que ríe y que canta; es una villa helena, anacreóntica, en que todo brilla y esplende: la luz en su cielo azul, el fósforo en su mar hirviente, las flores en sus jardines, la palma en sus arenas, el calor en sus espacios, la sensualidad en sus fiestas, e amor en sus mujeres y el arte en todo. Es la villa que Anacreonte hubo de ver en sueños al escribir sus odas inmortales. La malvasía y el moscatel de Sitges son vinos perfumados y dulcísimos que se parecen á estatuas griegas en lo de no conocer rivales. Así fué sin duda la ambrosía que Hebe escanciaba á los dioses del Olimpo. Y así debieran llamarse estos vinos, Anacreonte ó Píndaro, en vez de moscatel y malvasia.
¡Qué extraño, pues, que Rusiñol, con sus fantasías de artista, se enamorase de Sitges! (...) Rusiñol, como ya dije, es gran admirador del Greco
En su Cau ferrat se presta culto á los dos Grecos citados, y pocos meses han transcurrido desde el día en que estos dos cuadros fueron paseados por todo Sitges en triunfo y procesión solemne. Varios artistas catalanes, entusiastas y compañeros de Rusiñol, algunos periodistas y poetas de Barcelona, escritores y letrados, altos y bajos, el Ayuntamiento de Sitges en corporación, el pueblo todo en discreto tumulto y manifestación respetuosa, como en talle de celebrar una gran fiesta cívica, fueron á la estación del ferrocarril para recibir los cuadros del Greco, y, solemne, ceremoniosamente, alzados los pendones, ardiendo en regocijo, sonando los clarines, prolongándose los vivas y los aplausos, los llevaron á depositar en el Cau ferrat. Así se honró en Sitges, por inspiración y cuidados de Rusiñol, la memoria de aquel artista que por nombre de familia se llamó Domenico Theotocópuli, y por nombre de arte y de batalla el Greco, á quien unos creyeron extravagante, otros visionario y muchos loco, pero á quien todos admiraron siempre por el vigor de su talento, reconociéndolo como verdadero iniciador de la pintura española y no pocos como el pontífice de la escuela de Velásquez. Podrá ser el Greco, aun hoy día, un enigma, pero fue un genio.
En ninguna parte del mundo obtuvo jamás el Greco, vivo ni muerto, los honores del triunfo como en el triunfo ostentoso que supieron procurarle en Sitges Rusiñol y sus amigos, por lo cual el Greco quedó honrado, la razón reconocida, la anticrítico humillada, el atre esclarecido, la justicia rehabilitada, y Sitges entera agradecida y triunfadora, figurando desde aquel día entre las ciudades más amantes del ingenio y del arte.

SEGUIRÀ …

SITGES LA BLANCA (I)

Buscant en una llibreria de vell, em vaig trobar a les mans amb un exemplar d'un llibre de Víctor Balaguer titulat Historias y tradiciones i on l'autor descrivia una sèrie de llocs prou interessants i que van merèixer l'atenció de Don Víctor, entre els quals destaca el text titulat Sitges la blanca i que també es va publicar en altres revistes de l'època. És per aquests anys, que de la ma de Santiago Rusiñol, participa de les Festes Modernistes, especialment la que te lloc el 1894, on Balaguer visita el Cau Ferrat i en queda prendat.

L'article és com un homenatge al Sitges d'abans, d'aquell Sitges blanc que va ser i que queda en els records dels escrits i les postals fotogràfiques. Com deia l'il·lustre vilanoví, blancas son las losas de sus calles y las tapias de sus huertos ...



SITGES LA BLANCA
Como nacida de la nívea espuma
que engendró un día á Venus Afrodita,
risueña, alegre, seductora, blanca,
orilla de la mar se eleva Sitges.
Es la antigua Subur. Montes vecinos,
que resguardan y protegen, danle
atomilladas brisas, acres brumas
la mar salobre que á sus pies se tiende,
y dulces mieles, en lugar de vinos,
sus griegas vides. Gallardea y crece
en sus jardines la africana palma,
y sus mujeres son dechado y timbre
de gracia y de beldad.
Hermosa villa,
la que al pie duermes del Garraf riscoso,
en un lecho de flores, al arrullo
del ola tumultuante que se rompe,
lasa y vencida, en la enriscada peña
donde aparece tu sagrado templo;
serena, amante, hechizadora Sitges,
nido dulce de amor, ¡Dios te bendiga!

Con estos versos expresé yo mi amor á Sitges, cuando pisaba muy á menudo sus playas, hace ya bastantes años. Podrá Sitges no ser la antigua Kissa ó Cissa, como afirman algunos; podrá no ser, ó si será, la ópima Subur, según pretenden los más, y yo con ellos; pero es, sí, una de las villas más amorosas y más seducientes que conozco.
Está situada al pie del Garraf, el riscoso monte que cantó Cabanyes, por cuyas entrañas cruza un río de ignorado origen y en cuyas selvas se albergan los dioses y los gigantes de las leyendas; y viene á murmurar trovas lemosinas á sus plantas el mar azul, el Mediterráneo, nuestro mar latino, el mar de entre cuya espuma luminosa se vió salir un día á la Afrodita.
En sus costas y laderas el sol madura la uva dulcísima de origen griego, que aquí trajo, según tradición, roger de Lauria, y que destila ese vino embriagador y aromático llamado malvasía, del cual se dice no saber lo que es en Sitges más dulce, si la miel de su vino ó el amor de sus mujeres.
Sus casas se extienden en afiteatro, en graciosa concha, por la playa, atentas para ver el mar, y tras de ellas, diligentes también para gozarlo, se empinan y sobresalen otras casas que parecen ponerse de puntilla como no queriendo perderlo de vista, ansiosas de recibir el beso de su fresca marinada.
Florece la africana palmera en sus jardines y el áloes en su arena, y sus hermosas huertas se ocultan tras de impenetrables cercas de pitas y chumberas. Su iglesia parroquial se encumbra sobre un grupo de rocas dominando el mar, y á lo lejos, escalando una loma, aparece el cementerio con su muro blanco y sus cipreses verdinegros, presentándose, no como lugar de tristeza y muerte, sino como sitio de encantos y delicias, en el que Franco Gras ha colocado la principal acción de una de sus novelas.
Blancas son sus casas como ampo de nieve, mensualmente encaladas con preferente aliño; blancas son las losas de sus calles y las tapias de sus huertos; blancas y rosadas como flor de almendro sus mujeres con sus vestes blancas, y blanca con el color purpúreo del alba, no morena como la Virgen del Montserrat, dentro de su templo blanco, es la imagen bizantina de su Virgen del Vinyet, la Nuestra Señora de las Nieves invocada por los marinos y engrandecida por las leyendas.
Tal es Sitges la amorosa, Sitges la blanca, donde todo es luz y todo amor, todo dulzura y todo júbilo.
Es una villa griega en nuestra costa levantina y una villa andaluza en Cataluña, con la particularidad de que sólo en esta villa se ven rejas salientes como en Andalucía, adecuadas para amorosos coloquios. También es la única villa catalana donde la lengua, principalmente entre las mujeres, parece tomar cierta forma y cierto dejo, propios de comarcas americanas y andaluzas, y donde usan, mezcladas con el lenguaje catalán, ciertas voces originarias de Andalucía y que sólo allí se oyen y acostumbran.


¡Oh hermosa, blanca y amorosa Sitges de mis recuerdos juveniles! ¡Ay, riberita de Sitges, como decía yo entonces.

¡Ay, riberita de Sitges,
ribera de mis cuidados,
la noche que yo te vi
de la luna al dulce rayo!
¡Ay, Sitges de mis amores,
la del aire embalsamado,
con la mar fosforescente
por tu playa resbalando,
con el ambiente aromoso
de tus cármenes cercanos,
cuando tu limpia ribera
íbamos los dos cruzando,
su talle esbelto y flexible
prisionero de mi brazo,
y mirándome en sus ojos,
mientras bebía en sus labios
la miel que ofrece á tu vino
la griega vid de tus llanos!
¡Ay, riberita de Sitges,
ribera de mis cuidados!


SEGUIRÀ …

dimecres, 16 de juny del 2010

LA FESTA MAJOR DE CAMPDÀSENS


Abans de la guerra, la festa major de Campdàsens no havia deixat mai de celebrar-se. Després d'una solemne missa cantada, a la plaça s'organitzava un envelat i es contractava una orquesta de Sitges. Hi acudia gent de tot el contorn del Garraf i de la propera vila i es ballava fins a la matinada. Costà molt després de la guerra, de tornar a reemprendre els vells costums, però poc a poc, alguns incondicionals tornaren a pujar en aquesta diada, patrocinats per la societat sitgetana "Els amics del Garraf". Esmentem en Salvador Picas, gran coneixador del país, que cada any ens delectà amb les seves documentades conferències sobre la toponímia i la flora del Garraf; també el pare Torres, incansable caminant des de la seva joventut, d'aquells paratges muntanyencs i que amb les seves plàtiques, evoca sempre coses del passat. D'altra banda, ¿quie hauria mai pogut somniar de veure a Campdàsens els gegants de Sitges ballant davant de l'esglèsia al so de les gralles i sentir ressonar els cops acompassats dels bastoners? També els nostres poetes sitgetans, David Jou, Maria de Frederic, Eulàlia Vergés, Toni Pañella de Ferrer, J. M. Soler, Maria Dolors Pujadas, amb les seves inspirades poesies, han donat a conèixer la bellesa d'aquestes masies del Garraf, que tan vinculades estàn amb la nostra història.

No cal dir que els masovers de Can Ràfols i de Can Llussà han contribuït en gran manera a donar vida a aquesta festa. La Neus, arreglant artísticament l'esglèsia, curulla de flors i la Maria de Can Llussà, organitzant el famós cremat, que aplega centenars d'excursionistes vinguts de lluny a aquesta pintoresca i antiquíssima masia.

Casas Robert, Pilar. Campdàsens, una llarga història a "L'Eco de Sitges", 23.6.1990