Existe en la sonriente villa de Sitges, un lugar céntrico si los hay, que tiene la ventaja de permanecer ignorado de muchos indígenas, cuanto más de los que cruzan en alas del vapor tan plácida estación; y no menos de la mayor parte de forasteros que en invierno y en estío van á mendigarle luz y limpieza, aguas azules, y cielo inmaculado. En cambio en el mundo de artistas y anticuarios residentes en Barcelona, es general el conocimiento del museo-refugio que Santiago Rusiñol ha instalado en la Bella Subur, donde atesora maravillosos ejemplares de cerrajería, vidriería y otras ramas de las artes suntuarias.
Ese rincón poético se halla situado en el altozano desde donde la iglesia parroquial desafía las iras del inquieto Mediterráneo, entre Port-Alegre y la Ribera; su exterior pulcramente enjalbegado nada delata de lo mucho que interiormente cela.
Si por ventura, deseáis visitar el ya famoso Cau ferrat, debéis acudir á la tienda de un modesto artesano, encargado de las llaves. Así en ios finales del siglo XIII, nuestros diputados de la Generalitat de Cataluña, confiaban las llaves de su albergue al humilde vecino de enfrente, quien no sospechaba seguramente la altísima misión que se le confiara. (…) A la manera como la mujer árabe cubre su belleza con toda suerte de albos velos y mantos, así la casa del Cau ferrat ofrece su lisa y blanca fachada, sin ornamento alguno; tan sólo una que otra ventana, á manera de ojos negros protegidos por largas pestañas. Pero penetrad en su interior y gozaréis el perfume del arte antiguo de nuestra tierra, que de las instalaciones emana, cual incienso desprendido de los argentinos pebreteros en el suntuoso harem... De Sommerard tuvo más suerte para reunir sus colecciones. Las termas romanas y el Hotel de los abades de Cluny, en París, sirvieron de estuche á sus preciosidades artísticas, aumentadas y enriquecidas progresivamente. Rusiñol se encontró con una humilde casuca que él y Rogent se esmeraron en convertir en concha de perlas valiosísimas. Para ello contaron con dos elementos. Uno, la soledad y misterioso silencio de la calleja ignorada de Sitjes donde radica el Cau ferrat. Otro, la situación envidiable sobre el acantilado que las olas besan ó socavan. (…) Miguel Utrillo, amigo mío muy querido, por cuyas grandes cualidades siento ferviente y sincera admiración, se ha distinguido siempre por demostrarme una gran consideración hacia, mis muchos defectos; y así no es de extrañar que nos queramos entrañablemente. Su vastísima cultura ha hecho que, el antiguo caserón de la beneficencia de Sitjes. sea hoy con el título de Marycel, un rincón tanto ó más poético que el Cau ferrat, y como él digno de ser visitado, Marycel no puede ser descrito por pluma indocta. Así no ensayaré su descripción.
Quiero hablar sólo á mis habituales lectores de cuanto puede hacerse en pro de la conservación de nuestras bellezas artísticas, desperdigadas acá y acullá, cuando se dispone de un bill de indemnidad, y más que esto, de un gusto depurado, de un olfato agudísimo y de una honradez á toda prueba.
Esto lo proclaman á vos en grito todos los pintorescos detalles que figuran en Marycel como si allí hubiesen nacido; tal es el acierto con que Miguel Utrillo los ha ido barajando y combinando, venciendo las insuperables dificultades que ofrece el decorar con fragmentos de arte religioso, los más de ellos, un edificio que debe servir de pied á térre de un opulento
yachtman ó mejor bussinesman. Así al lado de galerías de claustro monacal, se abren ventanas agimezadas de gusto catalán, con sus festejadors, cerca de la alcoba de Luis XV ó Imperio, el paragüero procedente de la hornacina de un santuario abandonado; bajo una arquería un Baco adolescente destaca su romana silueta; en la antigua capilla de arcos de forma ojival, una monumental chimenea preside los ágapes íntimos. Y esa chimenea está sostenida por dos bellísimas columnas del estilo románico más rico y puro que darse puede, sosteniendo á su vez un frontal churrigueresco, surmontado por imagen del siglo XIII rodeada de cachivaches de loza hispano-árabe; en tanto que las paredes se adornan con lienzos del Greco y de Goya, entre originales y copias, lucen las alcobas sendos lechos de toda clase con sus mesillas, cómodas, etagéres, cornucopias, consolas y buteaux, en medio de cuyas elegancias chispea el cristal tallado de los candelabros y los espejos, y la severa majestad de los envarados sillones Felipe II, pone la nota oscura de sus cueros estampados.
Mal que me pese, debo confesar que en Miguel Utrillo tenemos los arquitectos un temible competidor. La remoción de paredes y tabiques del viejo caserón, se ha practicado bajo sus indicaciones, con sobriedad y acierto, y con algo más con el convencimiento de las exigencias del confort más resignado. Así no hay alcoba que no comunique con un gabinete provisto de baño y lavabo, discretamente oculto todo bajo los pliegues de cortinajes adecuados.
Y volvéis á penetrar en la casa, sintiendo que la ilusión se haya desvanecido; sintiendo
profunda pena porque en aquella fantástica nave, en aquel opulento navio Marycel no podáis emprender un viaje largo é incierto en compañía del hábil instalador de tanto tesoro artístico. Un viaje en que él os hablase de lo mucho que sabe, y en que los objetos de arte os
hablaran de lo. mucho que no sabéis.
BUENAVENTURA BASSEGODA
RINCONES POÉTICOS
La Vanguardia, 19 d’agost de 1913
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada