diumenge, 29 de novembre del 2009

EXPOSICIÓ HISTÒRICA DE L'ART SITGETÀ (1925)

Llegint el setmanari ‘La Punta”, ens hem topat amb un article publicat el 6 de setembre de 1925 sobre una Exposició Històrica d’Art Sitgetà que tingué lloc al Casino Prado Suburense i que reuní bona part dels artistes locals del moment.
Assessorada per Miquel Utrillo i Morlius, en aquesta mostra històrica hi prengueren part entre altres, joves promeses del moment; Pere Jou, Artur Carbonell, Joaquim Sunyer així com artistes ja consolidats; Arcadi Mas i Fondevila, Ramon Casas o Santiago Rusiñol per citar alguns exemples, com es pot llegir a l’esmentada nota.

La “Exposició històrica d’Art Sitgetà” que por iniciativa de la “Associació d’Amics de les Arts” y bajo la dirección de la Comisión organizadora que componían los Sres. A. Mas y Fondevila, M. Utrillo, J. Dalmau, M.A. Cassanyes y R. Planas, ha sido acertadamente instalada en uno de los salones del Prado Suburense, galantemente cedido por acuerdo de la Junta Directiva del mismo, ha resultado un pleno éxito y ha constituído sin duda una de las notas más simpáticas de la pasada Fiesta Mayor.
Estaban las obras que componían dicha exposición indiscutiblemente colocadas y dispuestas con acierto inmejorable, como ha sido reconocido por todo espíritu imparcial, y así se realzaban mutuamente las unas a las otras como piedras preciosas sabiamente montadas en rico joyal por experto orífice.
Empezaremos por la sección de Escultura, la menos numerosa, en la que las bellas producciones de Pedro Jou, en número de cinco, nos lo presentaban como un verdadero maestro poseyendo un sano y puro concepto del arte escultórico. Tanto los tres desnudos plenos y consistentes, como las dos figuras de popular aspecto, tan llanas de espíritu como sólidamente construídas, nos confirmaban plenamente en las brillantes esperanzas que nos habían hecho concebir los capiteles de “Marycel”. Estaban acompañadas por “El Feridet”, de Enrique Clarasó, y una cabeza-retrato del niño M.U., por José Clará.

La reseña de la sección de Pintura la debemos empezar mentando la admirable pintura de Domenico Teocópulis (el Greco) que amablemente cedida por su afortunado poseedor el conocido anticuario D. José Dalmau, presidía la exposición. Representa a “San Francisco enseñando una calavera a un compañero”, y no nos detendremos a comentar esta producción elevada y profunda del ilustre e inquietante hijo de Creta porque no nos consideramos bastante capacitados para hacerlo como se merece.
Empezaremos, pues, declarando que las tres obras expuestas originales de Antonio Almirall (1860 – 1905), nos revelaban un verdadero artista, personal y sensible en grado sumo. La impresión crepuscular “Sitges desde Las Forcas”, por ejemplo, es verdaderamente interesante.
Entre las de Alberto Bartés se distingue “Sitges al clar de lluna”, sutilmente saturada de nostalgia. Las dos marinas, una dorada por la luz solar y la otra en día nubloso, originales de Juan Batlle Amell, se señalan por su delicado colorido, así como las de Guillermo Bergnes por su amplia pincelada y, una de ellas, “El jardí de la Coma: Mallorca”, por sus grandes dimensiones. Tanto el retrato de señora como el autorretrato, de Ramon Casas, nos prueban una vez más que es un maestro, un gran maestro; así como los tres diferentes aspectos del “Hort de can Fals”, enviados por Agapito Casas Abarca, por su colorido fresco y jugoso, y por la seguridad del empaste se cuentan entre las producciones más hermosas de las expuestas. Otra vista de Can Fals representaba la obra de Antonio de Ferrater, pintada con agilidad y gusto, de colorido refinado. Un retrato del pintor Joaquín de Miró, obra de Agustín Ferrer, de un parecido sorprendente y una ejecución magistral: era una pintura soberb
ia. Exponía Ferrer, además, “Ondina moderna”, “La toilette de Nitokrit” y “Rio oriental”. Tres obras del malogrado J. Mª Llopis de Casades (1886-1915) perpetuaban el recuerdo de este pintor que amaba con sutil cariño los interiores de iglesia con sus altares barrocos y su luz dulcemente tamizada.
El eminente maestro Arcadio Mas y Fondevila ha contribuido con una nota des u época italiana, de extraordinario vigor, y además con dos de sus producciones mas recientes, de las que “Un carrer de Ribas” se distinguía por la finísima sensibilidad; a más, una reproducción fotográfica de su “Procesión del Corpus en Sitges”, junto con la “Procesión de San Bartolomé en Sitges”, de Felipe Masó, nos reavivaban el recuerdo de dos obras cumbres inspiradas por esta blanca villa. “La ribera el año 1870” de Felipe Masó, es una obra brillante y pintoresca, así como las de Joaquín de Miró (1850-1914) nos ofrecen como un resumen de su carrera artística. La influéncia de Fortuny es perceptible en la vista de “Sitges desde el Fondach”, obra maestra de detallismo y precisión verdaderamente extraordinaria. La “Platja de Vilanova” pertenece al mismo grupo y el “Pati amb flors”, en cambio, a su época posterior, de colorido más matizado y visión no tan precisa. El retrato del popular Genís, por Ramón Pichot, una de sus mejores obras, y la “La Natura morta” de Miss Grace Ravlin, una muestra de vigorosa maestría. Roig y Soler estaba representado por dos obras de pequeño tamaño, pero excelentes, que probaban una acertada percepción de los matices que, incansable, despliega la luz sobre las cosas. Y en lo que concierne a Santiago Rusiñol, ¿es posible que en una exposición de la villa del Cau-Ferrat no fuera honrada con sus pinturas? No podía ser, efectivamente; y así un patio, con una figura, obra íntima y silenciosa, un retrato del glorioso médico Cayetano Benaprés y una visión de Montserrat envuelto por los tenues velos de la niebla, nos eran ofrecidos para nuestra espiritual delectación.
La “Natura morta”, de Sisquella es, de verdad, una obra sobresaliente, sólida profunda, llena de consciente decisión. No es extraño siendo su autor una de las primera figuras de la joven pintura catalana. De Soler hay dos obras tan discretas como simpáticas, y de Sunyer un paisaje, “Clot dels Frares”, severo e intenso, de su época más interesante, por ser la más renovadora. Una vista de la Iglesia y del Baluarte, por José Triadó, se distingue por la simplicidad y por la justeza de colorido. El “Interior del Cau-Ferrat”, por Miguel
Utrillo, es muy interesante, lleno de presentimientos, y ejecutado con segura precisión. Y el de Luisa Vidal, animado por simple figura, es una pintura íntimamente amable, ejecutada con fácil maestría. José Vidal y Vidal, desdeñando pequeñeces, ha envidado cinco obras, ejecutadas con un conocimiento ejemplar del oficio y revelando ora un vivaz sentido del color en la “Natura morta”, ora sus profundos conocimientos perspectivistas, en la “Capilla en el Viñet” y el “Safareix de can Fals”.
Empezamos la sección de dibujos, acuarelas, etc., glosando la elegancia exquisita y tenue, como el perfume de la rosa y el del clavel, que enriquece los tan femeniles dibujos de la distinguida y encantadora damisela María Teresa Benaprés, que acertadamente dispuestos en torno su bellísimo retrato al carbón de Ramon Casas, parecían envolverlo en una ola de sutil perfume. Del mismo maestro Casas figuraban dos ágiles retratos de Raimundo Casellas y José Mª Jordà, acompañando al gran hijo adoptivo de esta blanca villa, Santiago Rusiñol, agudamente caricaturizado por el gran Bagaría, y otro del malogrado Ramon Canudas. Hay también del gran Picasso un apunte retratando a algunas personalidades muy conocidas en esta población, y es digna de señalarse la profunda intensidad expresiva en él alcanzada con una economía de medios sorprendente. Las ágiles y claras acuarelas de José Boniquet se contemplan con gusto por su fresca simplicidad, y aún más si reproducen bellos o pintorescos rincones de esta villa y sus alrededores como hace Guillermo Bergnes en sus agua-fuertes. Entre los dibujos de Arturo Carbonell sobresale una bellísima “academia” por su nítida precisión y la belleza del modelado. Junto a ellos hay un dibujo de M.A. Cassanyes, lleno de movimiento, titulado “El Ball de Bastons”. Un tenue retrato de J. Carbonell Gené, por J.F. Rafols, un dibujo-ilustración de Miguel Utrillo estilizado con seguridad y compuesto con gusto, y a más si anotamos una curiosa acuarelita de J. Vermell representando la “Vista de Sitges desde San Sebastián el año 18..”, habremos dado fin a la reseña
de esta exposición, la segunda celebrada en esta villa desde aquella memorable del año 1892.
Largo, en efecto, ha sido el plazo; y después de felicitar calurosamente tanto a los exposito
res como a los iniciadores y a los organizadores, hacemos los más ardientes votos para que el intervalo que se separe ésta de la próxima exposición, no sea tan largo.
G.B.A.

G.B.A. Exposició històrica de l’art sitgetà a La Punta, núm. 76 (6.IX.1925), p. 1













Retrat d'Arcadi Mas i Fondevila per Santiago Rusiñol

2 comentaris:

Criticartt ha dit...

Hola Francesc, aprofito el missatge per donar-te les gràcies per aguantar el meu rotllo d'ahir, i per dir-te que durant uns mesos et deixo els buidatges de diaris per a tu. Una puntualització sobre el text d'avui... no va ser publicat el 6 de setembre?
Fins ara

Unknown ha dit...

Hola Beli, de rotllo res, al contrari! Va estar molt interessant i de fet avui hem donat un passeig per visualitzar les coses que vas exmplicar. I gràcies per la puntualització, si que és del 6 de setembre!